miércoles, 24 de abril de 2013

Ante la pantalla: El manantial de la doncella (1960), de Ingmar Bergman


Que dos cineastas tan distintos como Woody Allen y Wes Craven compartan su amor por esta peli (en especial el segundo) dice bastante de ella.

Ingmar Bergman vuelve a la estética medieval feísta (y crudamente real) y en blanco y negro de ¨El séptimo sello¨ y logra de nuevo hacer de una peli de serie B un premiadísimo clásico del cine. A grandes rasgos trata de un cuento con transfondo religioso que deviene en una historia de venganza, una especie de ¨Western medieval¨ (como dice un blogger, con Max Von Sydow en plan Charles Bronson repartiendo justicia a leches) planteado, eso sí, como una obra psicológica de ritmo pausado, todo ello basado en una balada del S.XIII; con unos personajes siniestros y en algunos casos absolutamente degenerados, aunque vayan con la Cruz y hablando en nombre de Dios (integristas totales, oiga, y, cabe señalarlo, no nos referimos solo al cristianismo, sino también a creencias paganas. Bergman nadando entre dos aguas, como en varias de sus producciones). La peli cuestiona en algunos momentos el concepto de justicia divina, al mismo tiempo que condena lo que algunos entenderíamos como pecados, incluso fuera de lo que es el mundo estrictamente religioso, la tolerancia excesiva a según que comportmientos, la frivolidad, el doble rasero o, claro, la pura maldad. Continuar adelante con el tema ya sería entrar en el espinoso mundo de los spoilers,

La película gira entorno de Max Von Sydow, que interpreta al rey Töre un labriego rico, de sangre azul y muy religioso pero que sabe relajar sus creencias en favor de amar a los suyos por encima de toda figura divina (entrañable la escena en que amenaza bromeando a su hija, diciendo que la hará ermitaña... Cree). Los hechos que acaecen en la película le harán plantearse sus creencias e incluso la existencia de Dios en tanto que símbolo de justicia y armonía. 
El resto del reparto está formado por lo que podría llamarse ¨troupe bergmaniania¨; una serie de intérpretes de confianza del director sueco.

La mezcla de existencialismo y chispa presente en los diálogos de ¨El séptimo sello¨ pasa a un tono poético y moralista, lo cual no es malo, pero es la clave que mantiene la anterior obra maestra de Bergman por encima de esta: ¨El séptimo sello¨ resulta más amena sin dejar de ser una obra de cine filosófico. Aquí se reduce la filosofía y se pasa a un tono de romance medieval, acorde con la fuente original del brillante guion. Para el espectador medio resulta más accesible esa inquietante partida de ajedrez que este duro y terrorífico cuento. Sí, pienso lo contrario que la inmensa mayoría.

Es una película difícil de interpretar, pero refiriéndonos a lo que siempre decía Bergman, él plasmaba lo que deba la real gana en sus películas, y le importaba un comino lo que dijeran los críticos y el público. Por tanto es casi imposible establecer una lectura transversal del filme. 

Contiene escenas fuertes para la época, como el ménàge à trois forzado (véase ¨escena ligeramente explícita de violación¨) entre dos malosos y la hija quinceañera de Von Sydow (grandes actuaciones de Axel Düberg, Tor Issedal y Birgitta Pettersson) que dispara de hecho la acción de la película

Hecha con pocos recursos, con un guion brillante y atrevido y una notable instrospección de los personajes (no lo parecería si uno lee el argumento por encima), es otra excelente obra del maestro sueco.

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