jueves, 9 de mayo de 2013

Cronicas del CEFPIFST. Misión 1: contra el Dr. Nie; Acto 20

El sistema eléctrico se había sobrecalentado de mala manera, y una terrible reacción en cadena empezó a hacerlo volar todo. El centro de mando estalló; los vidrios astillados de los monitores hirieron a varios miembros. Algunas explosiones alcanzaron de lleno a desdichados trabajadores, haciéndolos reventar dentro de sus trajes, que quedaban intactos. Otros eran aplastados por la multitud que huía. Las alarmas apagaban todo sonido, los gritos de terror, dolor y agonía, las mismas detonaciones, las corredizas. Nadie se preocupaba por nadie; era un sálvese quien pueda sin mujeres primero (no había niños, afortunadamente).

Ataru corrió entre la confusión abriéndose paso como podía: codazos, puñetazos, llaves... Tenía que llegar a las dependencias residenciales antes de que fuera tarde, y salvar a Lamu y, a ser posible, a Hiromu, que era un testigo utilísimo. Finalmente alcanzó la sala de descontaminación. Las puertas de las dependencias estaban, en efecto, abiertas. Ataru saltó dentro sin pensar... Allí vio el cadáver de Hiromu. Estaba en un estado lamentable: le habían pasado por encima en pleno pánico. La mano que empuñaba la Beretta estaba casi separada del cuerpo, unida por un simple cartílago. 7F consideró que lamentarse por su casi seguro suicidio estaba de sobras y haciendo de tripas corazón arrancó la Beretta de la mano suelta. Agarró al primer empleado que vio del pescuezo y le espetó en inglés:

"¿Dónde está el enfriador del núcleo de esta zona?"

El hombre estaba histérico y no hacía más que invocar a Dios en griego:

"Κύριε, ἐλέησον! Κύριε, ἐλέησον!"

No servía. De pronto vio al guardia Gheorge corriendo en un ataque de pánico. Ataru le hizo la trabanqueta y lo encañonó con la Beretta::

"¿Dónde está la chica que venía conmigo?"

"Siñor, siñor, no mi mate! Femeia tu está en sala, fondo dreapta, ultimâ puertâ!"

Ataru le ayudó a levantarse.

"Gracias. Sé lo que hiciste por mí. Espero que logres huir, pero debo acabar de cumplir mi misión, no hacerme el héroe."

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¿Cuantas horas llevaba allí?, se preguntaba Lamu encerrada en ropa interior terrestre. En ningún momento había sentido miedo alguno. Varios guardias que pasaban por allí durante su cautiverio la miraban asombrados por su cara de póker y su actitud tranquila. "Un guerrero oni nunca muestra sus sentimientos ante el enemigo", era una máxima de su noble estirpe. Estaba encadenada sobre una plataforma inclinada, al lado de una gran abertura circular enrejada. Bajo sus pies había un foso de unos dos metros y medio. con medio metrillo de agua, habitado por cangrejos y mejillones. Lamu imaginó que era un vivero. En ningún momento pensó que era parte del enfriador del núcleo y que la fauna había llegado del mar cuando entraba el agua que enfriaba el núcleo. Solo cuando oyó un "clac" en la puerta de la sala y cierta cantidad de agua se le echaba encima a considerable velocidad vio que su vida no valía ni dos pesetas en ese momento. Temió por su cariñín, pero como guerrero oni debía morir con dignidad, por lo que no permitió que su cara dejara ver el dolor que sentía. Ya se encontrarían en el otro mundo, donde él perseguiría a Marilyn Monroe, Jayne Mansfield, Natalie Wood o Audrey Hepburn, y ella lo electrocutaría celosa. Todo sería como siempre... La fosa se empezó a llenar a moderada velocidas, y cuando el agua tocó sus pies, la puerta se abrió de golpe.

"¡CARIÑÍN-TCHÁ", exclamó la alien. En la puerta se recortaba la figura del Comandante Moroboshi.

Ataru entró sin decir nada. Rebentó las cadenas con cuatro tiros de la Beretta y tiró el arma al agua.

"¿Puedes correr, Lamu?"

"Sí, creo, las cadenas estas ya me han servido de estiramiento-tchá"

Ataru le echó una mirada tierna al oir su latiguilío y se la llevó de la mano, a toda prisa.
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Segundos después de que Ataru abandonara la Sala de Operaciones, entre las explosiones y las piedras que iban cayendo, una mano surgió del agua pesada y un cuerpo vivo empezó a ocupar su espacio entre la multitud que corría. Se quitó el traje protector con toda la calma y corrió a su vez, mezclándose con el gentío
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Los dos fugitivos siguieron el pasillo de servicio en busca de una salida. Bingo. Unas escaleras llevaban a la luz del día. 

Era una noche clara y hermosa, con luna llena y un clima un tanto caluroso. El calor lo daban los incendios y la explosiones provocadas por la acción de Ataru. Se encontraban en un gran llano de hormigón con torres de control, silos, naves, barracas, antenas y, al fondo, muelles para llegar al mar. Los focos y farolas echaban una luz anaranjada que redondeaba el ambiente ominoso. Lamu vio como la gente se peleaba por huir en las lanchas de escape... Había varias libres, ya que en el pánico, la gente había huido a los puntos más ocupados.

"¡Cariñín, por ahí!"

Pero Ataru estaba distraído y lamentando no tener la Beretta. Tras tirotear a un montón de sus propios hombres con un rifle de repetición que solo él sabía de dónde había sacado, Dario Vrankovic escapaba solo y a toda prisa en una de las lanchas. Los faros de ésta ya se alejaban en la oscuridad.

"CARIÑÍN!"

Reaccionó. Ahora era ella quien tenía la iniciativa mientras él se iba cagando en todo. Cuando estaban a tres cuartos de camino Ataru se soltó en un punto muy concreto.

"¡Sigue corriendo, Lamu!", le dijo
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Librado del incómodo traje, su cara manchada, su cabello blanquecino, pero en perfectas condiciones atléticas y con su Katana recuperada, Shutaro Mendo, el Dr. Nie, había sobrevivido gracias a la protección que le daba su traje. Mendo solo tenía en mente una cosa: Matar a Moroboshi. Salió al patio central por su salida de emergencia privada, que solo podía abrir él, hasta en casos de emergencia, encajando la empuñadura de la katana en un resorte y usándola como llave.

Salió y llegó a su muelle particular, pero no embarcó en su pequeño yate. Subió la escalera de hierro que llevaba al muelle central y empezó a buscar entre los fugitivos, abriéndose paso a mandobles. De pronto, los vio, tan naranjas como el resto del paisaje, pero nítidos y claros. Estaban de lado a él, cerca de uno de los silos. 

"¡MOROBOSHIIIIIIIIIIIII!"

Moroboshi pareció oírle, pues se giró, pero corrió un trecho antes de mirar fugazmente hacia el silo, pararse debajo, soltar a Lamu y gritarle algo. Mendo era un rinoceronte en celo. Cargó contra él y cuando estuvo cerca de él le soltó un corte transversal que lo habría partido en dos. Si embargo, Moroboshi no paró el golpe con las manos, como era habitual sino que salit atrás y tiró de una cadena. Fue lo último que vio antes de que una informe masa lo aplastara.
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Ataru no esperó y siguó corriendo. Lamu estaba peleando bastante bien contra los que intentaban subirse a la lancha que había elegido. Ataru se abalanzó sobre la embarcación y golpeó y empujó a todo el mundo al agua. No estaba ninguno de los que los había salvado, así que no tuvo piedad. 

"¡Arranca, Lamu!", chilló Ataru.

Para Lamu era fácil dominar cualquier vehículo de la Tierra. Eran tan arcaicos... La lancha se puso en marcha. Ataru logró rechazar a un último tipo que hacía dado un salto que ni el de Bob Beamon para pillarla.

Los dos agentes huyeron.

"Cariñín..."

"Dime", contestó Ataru resoplando.

"¿Qué ha sido de Mendo?"

Ataru miró hacia el silo y la enorme pila de material que había soltado. Satisfecho de alguna manera, levantó la vista: el silo ponía bien claramente: GUANO. NITRATO DE CHILE.  

"Lo he mandado a la mierda", contestó Ataru.

"¿Tchá?", Lamu prefirió no mirar atrás.

La lancha fue tragada por la oscuridad.

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