viernes, 3 de enero de 2014

Crónicas del CEFPFIST: Desde la URSS con pavor; Acto 9

“¿Ya has visto todo lo que tenías que ver, chaval?”
“En efecto, Gábor”
“Yo he visto demasiado. Mejor será que nos larguemos a casa”

Una vez tomado el camino de vuelta, Fülöp noi bajó del coche. Se metió por otra de las puertas de los locales abandonados. El túnel iba de bajada, y allí hacía, esta vez muy en serio un frío y una sensación de humedad tremendas.

“Fero Jáfo’, ¿Qué goño en’ien’ne usté po’ casa?”, dijo Zel, afectado por el pestazo a humedad que soltaba el sitio.”
“Cuando digo “casa” quiero decir MI verdadero hogar. El campamento donde me crié. Creo que es más seguro que cualquier hotel para ti y para mí. Mi hermano mayor Bogdan es el patriarca de nuestro clan, y créeme, no tiene don de lenguas, pero es un tipo excepcional. Y la humedad y la peste es porque ahora estamos pasando bajo el Danubio. ¿A que mola nuestra red?”

Los dos salieron de una salida disimulada en un callejón, a unas cuantas calles del campamento gitano de los Fülöp. En una esquina había un Lada verde esperando. En los asientos delanteros estaban un agente del KGB y Vitoshev.

“Je… El viejo Gábor siempre tan previsible. Vamos, Dimitri: les daremos caza en la próxima avenida”.

El Lada arrancó tras ellos. Vitoshev no sabía que un Lancia Delta arrancaba a su vez, siguiéndo al lada. Al volante, Blitzkreig sonreía. Estaba siendo un trabajo mucho más fácil de lo esperado.

Al salir a la avenida, el Volkswagen enfiló en línea recta. Había empezado a llover, el día era oscuro y las farolas y los neones empezaron a encenderse por doquier. Eran solo las 14:00 h., y nadie quería echar a perder un día laborable. El ritmo de la lluvia aumentó con rapidez.

“¡Dita sea la gota fría…!”, murmuró Fülöp.
Zel se entretenía mirando los neones. Eran hermosos entre la lluvia. Solo se veía la brillantez de éstos, y, más lejos como si se tratara de luciérnagas, las luces de un lejano barrio de altísimos commieblocks. La gran ciudad siempre lo inspiraba. Le recordaba a su primera infancia. 

En el Lada, Vitoshev espoleaba a Dimitri para que acelerara.

“¡Tenemos que llegar al campamento antes que ellos!¿Acaso un agente del KGB tiene miedo de un chaparrón?”
“Señor, no sé por dónde voy”
“¡Solo tienes que seguir a ese coche negro!”
“¿Qué coche, señor? ¿Ese que nos vamos a co…?”

*CRASH*

“Sí, Dimitri, era ESTE coche”
Blitzkrieg vio el accidente y decidió girar en la primera esquina para contemplar lo que podía acontecer. El choque fue ligero, y los ocupantes del Volkswagen debían estar ilesos. Buenas noticias
Dentro del auto, Fülöp golpeó el volante con rabia-
“Debí haberlo imaginado”, masticó.  Lo repitió cuando distinguió la figura de Vitoshev bajo la lluvia.
“Debí haberlo imaginado, Zel”, sentenció de nuevo mientras abría la puerta del coche “Déjamelo a mí. Este no tiene cojones de eliminarme aquí…”

Un pasmado Zelgadis y un tranquilo Fülöp se bajaron del coche.

“Vaya, vaya, Joe, si es nuestro hamijo Dimitar Vitoshev, que va a hecernos un parte amistoso de accidente a nuestro favor. Qué bueno verte ¿Cómo está tu yegüita?”
“Se la dí de comer a mi nueva campeona, Celestia. Un caballo inútil solo sirve para hacer purines. Y los viejos inútiles, igual”
“Qué manera de referirte a tu antiguo superior…”
“¡Cómo si te operas! ¿A santo de qué viene cerrarme de esta manera?¿Es que quieres matarme?”
“¿Cerrarte?” Fülöp encendió con calma su pipa “EN-cerrarte es lo que querría. Y además, te me has echado tú encima. Sobre lo de matarme, no me tientes, que estoy de buenas.”

El vacile de Fülöp iba calentando al furioso búlgaro. Puso su mano en el bolsillo interior de su gabán. Dimitri reaccionó al instante y le retorció el brazo. Su revólver cayó al suelo.

“No, señor, no puedo permitírselo”, dijo Dimitri con voz tranquila pero firme.

El dolor en el brazo hizo que Vitoshev recuperase el contacto con la realidad.

“¡Hm!”, dijo mientras se agachaba para recoger su arma “No sé dónde vas ni a qué, pero lamentarás haber roto el pacto entre caballeros que teníamos en esta ciudad”
“El parte…”

Vitoshev murmuró algo en búlgaro y ordenó a Dimitri que llenara los papeles del seguro. Cuando estuvo todo listo se dispusieron a marchar cada uno por su lado. Pero Vitoshev quiso tener la última palabra. Se encaró frente a frente con Fülöp.
“Voy a matarte aunque me cueste la vida, Fülöp… Algún día…”

Fülöp se movió rápido. Le bajó los pantalones a Vitoshev y vació de golpe la cazuelita de su pipa en los calzoncillos del búlgaro. Los gritos de éste se debieron oír hasta en Sofía.

“Sí, algún dia, pero no hoy… Maaaaaaaañanaaaaaaaa… Anda, Zel, larguémonos”


Zel se quedó flipado ante los cojones quemados de Vitoshev y los cojones a secas de Fülöp. También empezó a pensar que esta historia estaba protagonizada por Fülöp y que el narrador le estaba gastando una broma pesada. ¡Tan bien como se vivía con papá Kanzaka y con Lina y Gourry y los demás...! Mierda de fanfics... 

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