El Le Baron empezó a subir por las carreteras del Sector Montaña. Este sector estaba formado por suburbios, generalmente de lujo, situados en la falda de las Blue Mountains, Red Hill y Long Mountain, construídos en su mayoría en los años 50 para acoger a la económicamente boyante clase alta blanca. Estos barrios seguían dominados por blancos y chinos; pocos negros ricos habían a pesar de la independencia, esencialmente traficantes y gente de la clase política y la farándula. La desigualdad social seguía patente en Jamaica tras 25 años como Estado de la Commonwealth.
Siguiendo un mapa, Ataru se dirigió hacia Red Hill. Fue conduciendo y poco antes de salir del casco urbano se encontró delante suyo, con un Talbot Samba Cabrio que avanzaba a paso de babosa coja. Ataru iba un poco tarde, así que hizo sonar ligeramente el claxon. Una mano salió del Talbot y le indicó que lo adelantara. La carretera era relativamente ancha y no venía ningún coche en contradirección, así que avanzó saludando educadamente al conductor, un tipo que le contestó el saludo. Fue justo entonces cuando vio por el retrovisor que el Talbot no llevaba matrícula. La canción de A Summer Place había pasado a una versión discotequera de la pieza, como si fuera una premonición. El retrovisor reventó en pedazos: el copiloto le había disparado con lo que parecía una Luger, pero había errado el tiro. Así y todo le pareció ver que el tipo que en el asiento de detrás dando instrucciones llevaba un parche en un ojo.
Ataru aceleró y las ruedas chirriaron cuando tomó una curva derrapando. Pudo llegar a oir como detrás suyo rugía otro motor, pero enseguida reaccionó al ver que iba en contradirección y un vehículo se le aceraba de frente. Un volantazo, y Ataru lo esquivó por los pelos. El Talbot se acercaba. Puso la capota para no ser un objetivo tan fácil. Ahora solo se podía guiar por el retrovisor
interior.
Los dos coches subían por una carretera empinada. Desde el Talbot no paraban de disparar. Eran listos: llevaban silenciador, por lo que se tenía que guiar por los impactos, Ataru se la jugó y condujo en zig-zag. Tenía la esperanza de que llegaran pronto a la parte en obras de la carretera, ya que entonces la carretera se bifurcaba por senderos unidireccionales En la radio habían cambiado de canción. Sonaba Love Knows, de Ernest Ranglin, o eso le pareció entender a Ataru, a quien le importaba un comino lo que tocaban [Aunque para un espectador neutral, quedaba bastante bien para una persecución peliculera (N del A)].
Uno de los ocupantes del Talbot sacó cierta falsa muleta y disparó contra una roca que se encontraba en precario equilibrio. Ataru tuvo suerte de que entonces apareciera la bifurcación y acelerara. La roca se fue al suelo y el Talbot tuvo que hacer una maniobra brusca para evitar chocar contra ésta. El petardo había estado a punto de estallar en las narices de los mercenarios de Nie. Éstos se cagaban en todo. Ataru, arrojado y con los ojos llorosos acertó a decir para si mismo "Namu abida butsu" cuando alcanzó los 160 y se lanzó en línea recta hacia la barrera de las obras. El terreno cambió de asfalto a arena y gravilla, bastante resbaladizas. La barrera destrozó el parabrisas de Ataru. El Talbot pasó por encima, y una rueda les quedó un poco salida. Los asesinos solo notaron un bache. Ataru rompió parte del cristal usando la culata del revólver del chófer suicida, que había dejado en la guantera, descargado. Aún así, de un solo golpe solo podía hacer un precario agujero. Por allí apenas pudo ver una curva cerrada por la que casi se despeñó, pero un volantazo a tiempo lo sacó del peligro.
La persecución seguía por ese peligroso terreno, delimitado por un precario quitamiedos que lo separaba de una cuesta abajo llena de rocas. Afortunadamente no parecía haber nadie en las proximidades, por lo que siguieron adelante. Una bala rozó el brazo izquierdo de Ataru, haciéndole un corte, y fue a dar en la guantera. Sin duda iban afinando. Si no se le ocurría nada solo podría caer huyendo o hacerles frente. De pronto, la vio. Vio a la Muerte cara a cara. A unos 50 metros estaban los obreros asfaltando la carretera, de cara a ellos. Un camión lanzaba el asfalto mientras una apisonadora lo seguía a distancia Ataru frenó de pronto y solo el cinturón le salvó de algo más que un golpetazo en la frente. El conductor del Talbot, a quien el Le Baron le tapaba el ángulo de visión, confundido por la maniobra, frenó a su vez, pero el frenazo hizo que la rueda se saliera del todo y perdió el control del auto. La inercia hizo su trabajo y el coche se fue a un lado aún con mucha velocidad, el quitamiedos no sirvió para nada debido a lo resbaladizo del terreno y el Talbot se fue para abajo dando vueltas de campana y estrellándose con las rocas. Cuando llegó al fondo de la cuesta, no quedaba sino un amasijo metálico, y humeante. La muerte de los Garrett estaba vengada. Los había derrotado, por suerte, y, además, sin armas.
Los obreros se acercaron a Ataru cuya frente sangraba, igual que el corte en su brazo izquierdo. A parte del parabrisas y del retrovisor rotos, el coche había salido bien parado. Mientras lo atendían, un joven se le acercó y le preguntó:
- ¡Yo, mon! Eres un tipo suertudo, eh ¿Quiénes eran esos desdichados que se han despeñado?
- Unos a los que ha mirado un tuerto - Respondió Ataru, sin inmutarse. Y se quedó tan ancho.
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123, Lipscombe Avenue, 18:16 h
Akemi se estaba duchando. El agua tibia bajaba por su cuerpo desnudo como auténticas cataratas de placer. De pronto, cambió a la fría. Al entrar ésta en su cuerpo, sus pechos se excitaron y sintió el vibrar de sus pezones endureciéndose. Se mordió ligeramente uno de ellos, dejándose llevar por las placenteras sensaciones cuando de pronto llamaron al timbre.
Akemi paró de darse gusto a si misma y salió rápidamente de la ducha. Miró hacia el radio-reloj que tenía en el tocador de baño. Eran las seis y veinte. Sin duda, habían cazado al pichón y ya lo tenían bien disecado.
- Un momento, por favor, enseguida voy.
Se lió una toalla a la cabeza y otra al cuerpo y se dirigió a la puerta "con lo puesto". Cuando abrió la puerta, segura de ver a los tres marineros, se encontró con el pichón.
- Hola, Akemi-chan, perdona por ser tan brusco y llegar tan temprano, pero he tenido un pequeño accidente y me han remolcado hasta aquí unos amables señores que estaban asfaltando la carretera de aquí cerca. Mira qué ronsito más bueno he traído.
Akemi estaba alucinada y no sabía como reaccionar. Era Moroboshi, en efecto, con la frente vendada, pero impecablemente vestido (era una suerte que Ataru llevara siempre un traje de recambio) [Nota del CEFPIFST: Semos unos finolis del quince y preparamos a nuestros agentes para ello]. Llevaba una maleta en la mano y la miraba con una sonrisa bobalicona. Al fondo podía ver un Chrysler Le Baron descapotable sin parabrisas y con un retrovisor roto. Habían fracasado. Solo quedaba Warren.
- Hola, Ataru-san, buenas tardes.
- Pareces sorprendida de verme.
- No es para menos, pues me estaba duchando.
- Oh, es que cuando se trata de mujeres guapas me da igual lo que hagan. Yo voy por ellas directo. No en vano me llaman "El tipo más cachondo del universo". - Ataru hacía esfuerzos titánicos por no mirar hacia el canalillo de la hermosa secretaria. Akemi lo notó, e intentó seducirle soltando un poco la toalla. Ataru se mantuvo firme.
- Bien, pues pase, no puedo dejar a mi invitado en la puerta.
Akemi no pudo ver que a Ataru le salieron dos lagrimones del mismo esfuerzo. [Nota del CEFPIFST: Esto es lo que contó 7F a la Srta. Fujinami, pero otras fuentes, bastante fiables - de las que hablaremos más adelante -, aseguran que se tiró un cuesco de esos suaves que se sintió a tres manzanas vista].
Akemi hizo pasar a Ataru a un bonito salón, decorado con una mezcla de estilos entre oriental y occidental. ¡Cómo se veía que las secretarias de los ministros iban bien pagadas! Decidió chafardear un poco. Apartando un panel japonés vio una cocina excelentemente equipada. No había nada de interés allí. Al otro lado, una puerta de nogal deba acceso a un espacioso dormitorio con un pequeño jardín y con una enorme cama con pinta de ser confortable...
- Ataru-san...
Ataru se giró para ver a Akemi vestida con un babydoll transparente de color fucsia. Daba gusto verla así.
- ... Quiere que le sirva un refresco...? - Akemi casi ronroneaba
- Claro. ¿Qué puedes sacar de este ron que he traído?
- Algo muy rico y que le excitará los sentidos...
Al cabo de unos momentos, Ataru y Akemi disfrutaban de un ron con guaraná y coco. Estaba riquísimo.
- A tu salud, Akemi-chan...
- A la suya, Ataru-san.
Akemi miró fugazmente hacia un reloj. Ya eran las 19:00. Ataru lo notó.
- ¿Te preocupa algo, prenda?
- Eh... Es que no veo la hora de que pueda sentirte dentro de mí, cariño.
Akemi se acercó a Ataru y lo abrazó. Ambos acercaron sus labios lentamente, pero de pronto, Ataru sintió el impacto de algo punzante. No era un objeto. Era algo que le había penetrado muy adentro. Sobre la cara de Akemi apareció fugazmente la de una chica aún más hermosa, con pelo verde y unos pequeños cuernos en la cabeza. Ataru paró en seco.
- Akemi-chan...
- ¿Qué, mi semental? - Dijo mientras le acariciaba la entrepierna al joven agente, que hacía como si nada.
- Nunca hago el amor con el estómago vacío.
El momento se rompió.
- Estooo... - dijo Akemi, descolocada - Sí. Es verdad, ya va siendo hora de la cena. Voy a hacer unos huevos al estilo vienés.
- De eso nada, mi señorita. No seamos tan refinados. Tienes cara de que te guste la pizza.
Ataru había dado en el clavo
- Claro que sí, Ataru-san, pero es malo para la línea y...
- ¡Narices! Valen más unas buenas lorzas que una línea recta. Conozco una pizzería aquí en Kingston que las hacen genial. Me la ha recomendado Weasel Mack. ¿Lo conoces?
- Claro que sí, voy a comer ahí al menos una vez a la semana, si lo dice Mack, tiene que ser buena.
- Pues no se hable más. Llamo ahora mismo.
A Akemi le iba bien esto. Los pizzeros tardarían lo suyo, y eso le daría más tiempo para crear una distracción, de manera que Warren tendría chupado el cargarse a Moroboshi. Así pues era cierto que ante una mujer sexy perdía el oremus...
- ¿Biagini's? Sí. un pedido de dos medianas. Traiga una de frutti di mare y una de pepperoni con doble de queso para una chica que está como un ídem. ¿Serán 15 dólares? Bien. Mándelas a 123, Lipscombe Avenue. Dígale al repartidor que le daré 5 más de propina si llega rapidito. Gracias a usted. Adiós.
Se giró a Akemi
- Tardarán como una hora y cuarto, más o menos.
- ¿Cómo sabes que me gusta el pepperoni?
- A las pelirrojas os va el riesgo. Conocí a una que era tremenda.
Ataru y Akemi pasaron el rato hablando de Japón, de qué pueblo eran los padres de ella, del instituto de chiflados de Tomobiki y de lo que te rondaré morena. Parecía mentira que aún no se hubieran dado un revolcón, pero Akemi era muy educada y deseaba cumplir lo dicho por Ataru, que le había facilitado el trabajo de acabar con él de la manera más idiota.
En un momento dado, Ataru fue al baño. Desde ahí oyó el sonido de un coche que se acercaba. Se puso en guardia. Cerró con pestillo y esperó. Llamaron a la puerta. Akemi se dirigió hacia ésta, diciendo.
- Mira, Ataru, han llegado las pi.. Las pi... ¡¿LOS PICOLETOS?!
Ataru empezó a partirse la caja en silencio. Su plan había funcionado. Desde el baño podía oír como una voz familiar leía los derechos a Akemi Roppongi, bajo la cual pesaba una acusación de espionaje y conspiración.
- ¡No tienen derecho a entrar en mi casa!¡Conozco mis derechos!¡Soy la secretaria de su superior; lo va a pagar caro!¡Quiero que me muestren una orden de registro! Y, aunque la tuvieran, no encontrarían nada.
Ataru tiró de la cadena y salió del baño secándose las manos.
- ¿Os da problemas el topuelo, chicos?
- Sí, comandante Moroboshi: no tenemos ninguna orden de registro y...
Ataru se puso la mano en el bolsillo y se sacó un papel de los de la Administración, timbreado y con sus marcas de agua.
- Aquí está la orden. - dijo mientras se la entregaba al agente, uno de los dos que lo habían acompañado en su investigación preliminar junto a Walpole.- Es cierto. No hay nada. aún así, ¿han descubierto algo?
- Sí. Como nos ordenó el Juez Morris se pinchó el teléfono del recibidor del despacho ministerial. A primera hora de la tarde habló con unos individuos y habló específicamente de eliminarle de camino hacia aquí, porque no se fiaba de las bondades de Calvin Warren como ejecutor.
- Bingo. Y...?
- Unos obreros de la construcción nos han avisado de que tres hombres han sido hallados hechos papilla en el fondo de un barranco. Traían con ellos una Luger del mismo modelo de la que mató a los Garrett y un rifle bastante potente camuflado en una muleta. Son pruebas circunstanciales, pero creo que de algo servirán.
Ataru, dirigiéndose a Akemi, le dijo:
- Es una pena lo de tus amigos y lo del polvete que no ha sido. Si hoy me hubiera comido el bocata para almorzar, te habría mostrado cómo lo hacemos en Tomobiki. No nos llaman "los Ai No Corrida" por nada. Sayonara, nena.
Akemi escupió en la cara de Ataru, lo que no hizo más que aumentar su sensación de victoria.
- Y parecía fina, la condená.
Mientras se limpiaba el lapo con la toalla saludó a Walpole, que le hacía señales de lejos, delante de un coche celular.
- ¡Cuídela, Walpole, que es más refinada que la Bernarda, que se bajaba las bragas a pedos!
Al cabo de unos momentos vio al coche alejarse hacia el centro de Kingston, y Ataru se rió de si mismo autoproclamándose como bestia sexual cuando aún era virgen. Aunque si no hubiera sido por ese pinchazo que sintió... ¿Acaso era su conciencia?
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123, Lipcombe Avenue, 20:08 h.
Tras todo el trajín, Ataru se preparó para lo que iba a venir. Había hecho jaque a la reina, pero ahora era hora de poner las fichas en jaque mate. Conque Warren, eh!
Ataru corrió hacia la habitación de Akemi, agarrando antes la maleta. En ella llevaba su fiel Desert Eagle con un silenciador, una pistolera para llevar bajo el sobaco y una mirilla láser. Ataru cogió el silenciador y se lo puso a su pistola. No necesitaría la mirilla ni la pistolera. También decidió coger el cuchillo reglamentario. Se quitó el traje y la corbata, quedándose en mangas de camisa. No se trajo su chaleco de kevlar. No pensaba que fuera necesario y abultaba demasiado en su pequeña maleta.
Se acercó a la cama de Akemi, la deshizo como o si hubiera habido allí un revolcón y agarró todo cojín o almohada que corriera por la casa. No había tiempo que perder.
Tras coger un aperitivo y llevarse consigo una Game & Watch, se sentó cerca de la puerta de la habitación de Akemi, puso la pistola sobre su regazo y el cuchillo agarrado al cinturón y se puso a jugar con la maquinita.
Pasó como una hora cuando so volvió a oír a lo lejos el sonido de un vehículo de motor. Ataru dejó de jugar. No se oía nada. Se le ocurrió apagar la luz. Entonces se oyó como se abría la puerta de la calle. Después, nada durante unos 15 eternos segundos, cuando la puerta de la habitación se abrió y una apareció mano empuñando un enorme revólver Ruger Single Six con un silenciador incorporado. Ataru echó mano de la Desert Eagle para acabar ya, pero para su sorpresa, la mano disparó directamente contra el montón de bultos que había en la cama. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Era el momento. De un brinco, Ataru se incorporó y rajó la mano con su cuchillo. Un grito desgarrador se oyó mientras la Ruger caía al suelo. Agarrando la mano, Ataru tiró de ella y tumbó a su adversario con una llave, tras lo cual ejecutó un Juji Gatame hasta que el antebrazo del frustrado asesino empezó a crujir.
- ¡BASTA!¡DÉJEME!¡AAAAAAGH!
Ataru lanzó a su asaltante hacia el lado contrario donde estaba la Ruger, se incorporó, agarró la Desert Eagle y encendió la luz. Era el Dr. Calvin Warren, que se retorcía de dolor.
- Un empollón con una pistola. No es una buena combinación, Dr. Warren.
- ¡Maldita sea su estampa, pasma de mierda!
- Jo, qué malhablado es en privado, ¡eh! Con lo claro y cristalino que es cuando se le interroga educadamente. Ahora, hable si no quiere que le añada un ombligo nuevo sin anestesia. Trabaja para el tal Dr. Nie, el propietario de Sagussa Island. ¿Verdad? Y es el chivato que delató al pobre Dr. Garrett, por supuesto...
- No hablaré ni que me mate.
- Eso tiene fácil solución - Dijo Ataru, apuntando.
- No! NO! Espere. Deje que me levante, por favor.
- Ese bulto bajo su calcetín... - Ataru disparó a la izquerda de Warren.
- ¡Está bien!¡Está bien!¡Me rindo! - Un Warren absolutamente rendido se sacó un diminuto NAA22S, lo dejó en el suelo y lo tiró hacia Ataru, que le puso el pie encima.
- Sí, trabajo para Nie. Lo que gano en el MICO no es suficiente como para permitirme el tren de vida que llevan los del Club. Un día Nie se puso en contacto conmigo. Uno de sus asesores le había contado que yo había descubierto material radiactivo en la isla. Así pues, me contrató... - Warren se arrastraba lentamente, cual gusano - ... Y me ofreció un sueldo millonario. Al cabo de un tiempo, ese cotilla de Garrett descubrió los yacimentos y pensó que Nie quizá no era trigo limpio. Afortunadamente para nosotros se dirigió a mí de entre todos los geólogos de Jamaica - Warren sonrió con socarronería. Seguía arrastrándose. Ataru no le quitaba la vista de encima - Craso error. Fue su fin. Los servicios de inteligencia privados de Nie solo tuvieron que hacer algunas preguntas a polis corruptos para descubrir su doble vida. Una vida que pronto valdrá tanto como la suya.
Warren agarró de pronto el Single Six y se incorporó:
- Es una pena que no sepa que soy ambidiestro, Comandante Moroboshi.
Y disparó contra Ataru.
*clic*
Ataru sonrió:
- Pistola prestada, ¿eh? Es una Single Six, Cal ¿No te dice nada el nombre? Seis tiros, y los has gastado todos en agujerear la cama de la pobre Srta. Roppongi. En fin, alguien tan desconsiderado no merece vivir...
Warren soltó el arma se echó de rodillas al suelo y empezó a rogar por su vida. Ataru simplemente apuntó bien con su Desert Eagle.
La bala fue justo al punto elegido. El pedacito de moqueta entre los pies con zapatillas deportivas silenciosas (que no le quedaban nada bien) tenía ahora un hoyo humeante. Se empezó a mojar y un fuerte olor a orina invadió la habitación.
- ... Pero tampoco merece morir. Eres un trozo de mierda avaricioso y descerebrado que va de intelectual. Solo sirves para lo que has hecho ahí en el suelo.
Ataru lo agarró del pelo. Se había desmayado del susto. A7F lo ató de pies y manos con alambre que había encontrado y lo amordazó poniéndole una fina servilleta de seda en la boca, hecha una bola. Acto seguido lo arrastró hacia su maltrecho coche y se fue, dejando allí el vehículo de Warren, para que se lo quedara el primero que pasara por allí y dejó abierta la casa la casa para que fuera pasto de squatters (okupas en argot actual).
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TRIVIA
Tema de A Summer Place: Instrumental compuesto por el afamado compositor de cine Max Steiner para la película del mismo nombre, conocida en España como En una isla tranquila, al sur (1959). El tema superó en mucho la fama de la película con las varias versiones que hicieron músicos como Percy Faith, Henry Mancini, Ray Conniff o Andy Williams (en una versión vocal). Ataru se escucha dos versiones, ambas de Percy Faith: una de 1960 y otra con arreglos disco de 1976 (que sirve como preludio e inicio de la persecución). Entre el frikerío, la de 1960 es famosa porque Monty Python la utilizó en sus "intermissions", hasta que en 1975 usó otra música - no menos mítica - para "Los caballeros de la mesa cuadrada".
Talbot Samba Cabrio: Pequeño modelo de la compañía anglo-francesa Talbot, fue en su tiempo el coche más rentable del mercado. El modelo que conducen los tres asesinos es la versión de gama alta, descapotable. Irónicamente para ellos, el Samba era un gran coche de rally.
Love Knows, de Ernest Ranglin: El guitarrista jamaicano Ernest Ranglin era (y es) un popular músico que tocó en la banda sonora de Agente 007 contra el Dr. No, lo que he hizo ganar bastante reputación internacional como músico de sesión y, ya en los 70, como músico de jazz-funk con toques caribeños, en la estela de Santana, Malo, Jimmy Cliff o Third World. Ha cultivado con igual maestría el pop, el calypso, el ska, el reaggae, el funk y el smooth jazz. Esta canción pertenece a su periodo ochentero.
Blue Mountains, Red Hill y Long Mountain: Grupo montañoso que rodea la ciudad de Kingston. Las Blue Mountains son famosas por su producción de café.
Lipcombe Avenue: Avenida real en las afueras de Kingston, en la parte montañosa.
Ruger Single Six: (No confundir con Luger) Revólver de cañón largo creado en 1953 y que aún se fabrica (por desgracia), admite balas de alto calibraje
NAA22S: Modelo de revólver de bolsillo fabricado por la marca de Provo (Utah) North American Arms. Calibre 22. No sé cuando se creó, pero me sirve para la historia, así que si cometo una paradoja temporal, mil perdones.
Aquí la historia llega a su ecuador. A partir de ahora, cambio de ambiente, y además aparecerá algún que otro personaje con protagonismo en esta historia y en futuras iteraciones de esta saga.