lunes, 18 de noviembre de 2013

Libros, libritos, libracos y cine: Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell/Victor Fleming

Solo he hecho esta crítica tras ver que tres de mis cuatro críticos de cine favoritos la daban por obra maestra: Gene Siskel, Leonard Maltin y, sobretodo, Roger Ebert. También cuento que la revista Village Voice, ejemplo de lo más cercano a mi idea de cultura americana "de izquierdas" califica también este título de histórico y maravilloso.

En 1935, una nostálgica del Sur Profundo escribió el libro más leído del mundo tras la Biblia. Se llamaba Margaret Mitchell, era de Georgia y el libro era Lo que el viento se llevó, una muy bien escrita pero absolutamente manipulada visión de aquella civilización (sic) en que cuatro blanquitos vivían como rajás a costa del sacrificio de millones de esclavos negros que eran tratados peor que un kleenex usado. Y no exagero ni una miajita: precisamente, el libro, hasta el inicio de la II G.M., estaba recomendado en la Alemania nazi como ejemplo de como la raza superior de impone a la inferior (también es muy recomendado en Corea del Norte como ejemplo de funcionamiento de una sociedad capitalista).

Eran tiempos en que un esclavo era azotado por caerse al suelo o asesinado a sangre fría por decir "caramba". Eso es la realidad. Margaret Mitchell, de una familia aristocrática del Sur, vivió instalada en la mentira de los de su condición social: durante una estancia de estudios en Massachussets se creyó con el poder de poder amenazar al rector de una Universidad de largarse de allí si no la cambiaban de clase, ya que uno de sus compañeros era negro. El rector le contestó algo así como "ROLFMAO" y pasó de ella. Aunque en la novela no apoya abiertamente al KKK, a los que califica de idiotas que quieren eternizar la Guerra Civil, no condena sus actos terroristas: al contrario; son caballeros que quieren vengar una afrenta contra el honor de la señora O'Hara. Y que Rhett Butler matara a un negro de un tiro por insultarle es visto como una buena acción. Y se queda tan ancha la Sra. Mitchell, hoyja.

Resulta cuanto menos curioso el enorme resentimiento que sienten los americanos cuando pierden algo: si es el Vietnam se inventan todo tipo de pelis revanchistas para vengar su derrota. Y, debo reconocerlo, esas pelis de la Cannon o la Carolco en la Era Reagan están entre mis favoritas: ver a Stallone, Chuck Norris o Mike Dudikoff matando chinorris, comunistas y palestinos es divertido, ya que el buen espectador debe saber distinguir entre realidad y ficción. La Guerra Civil no es una excepción: a partir de la publicación de La cabaña del Tío Tom, de la abolicionista Harriet B. Stove los sureños inventaron un nuevo estilo de novela, la novela sureña, donde pintaban un sur bucólico donde los niggas vivían felices y comían perdices bajo el atento ojo del amito blanco que en cualquier momento podía decir "O, er povre Toviasz ze a rroto l'espalda, yo disparar nigga, eheu, eheu, pum, povresito komo sufria, pero era un nigga inutil, eheu, eheu", porque, claro, eran así de buenas personas. Lo que enseña Tarantino en Django desencadenado es bastante próximo a lo que la novelas sureñas en general y Lo que el viento se llevó en concreto idealizan (con el tiempo, la novela sureña se volvió menos manipuladora y se acercó al noir. Jim Thompson y su 1280 almas o la obra de Elmore Leonard - puro sureño, pero siempre en defensa de los derechos de las minorías, también adaptado por Tarantino en su día - son exponentes de la reinvención del subgénero).

Entre las virtudes de la novela romántico-histórica de Mitchell están su capacidad para crear dos personajes que se acercan a la sociopatía (no bromeo: en 1941 ya se publicó un estudio sobre el tema) y lograr que a algunos hasta les cayeran simpáticos: dos mentes perversas llamadas Scarlett O'Hara y Rhett Butler. Son dos aprovechados que destruirán cualquier cosa con tal de lograr sus fines, sobretodo la señá O'Hara, una Atila dispuesta a todo por ella, ella y solo ella. Son personajes con volumen, que evolucionan según avanza la novela. En comparación, el idealista Ashley Wilkes y la valiente Melanie Hamilton quedan muy ensombrecidos. Por otro lado, las narraciones de la Guerra Civil y la posguerra (que siempre es dura. Siempre. Pero si encima nos atenemos a las exageraciones de multimillonaria resentida de Mitchell...) si bien muy manipuladas y falseadas (los Yankees son sacados como unos malvados ladrones y violadores que destruyen cosechas y manipulan a "sus negros" para que, oh, el horror, tengan derecho a voto) son vívidas y muy interesantes. No bromeo cuando digo que de momento solo un autor ha logrado ponerme en el campo de batalla mejor de lo hace Mitchell: el historiador y militar británico Anthony Beevor.

Los defectos son muchos: la novela empieza bien pero va desgastando al lector con su barroquismo narrativo, que se vuelve incluso zafio cuando se trata de yanquis y negros; el asqueroso racismo, idealización de esa sociedad esclavista y la burda manipulación (o, dicho de otra manera, la forma en que Mitchell ve el mundo) hace que uno se sienta incluso sucio leyendo todo eso. Ni el Marqués de Sade ni Pasolini lograrían tanto, y Mitchell lo hace sin buscarlo. Fue criticada incluso en su época por racista, no digo más.

Así, en resumidas cuentas, obtenemos una novela épico-romántico-histórica interesante pero que refleja en exceso las muy erróneas ideas de su autora, y que a pesar de estar bellísimamente escrita y contar con un dúo protagonista psicológicamente muy logrado, cae víctima de ideas maniqueas y proto-nazis (ensalzamiento de la esclavitud, de la controvertida figura de las "mammies" y del esclavo acomodaticio que tan bien interpretó Samuel L. Jackson en su día, del asesinato de negros por causas que ahora no serían ni motivo para liarse a hostias si uno no quiere, deshumanización de los soldados de la Unión, crítica a los negros libres) que hacen que a ratos al lector actual le cause verdadera grima leer según que pasajes. Más racista e igual de barroca que el mismísimo Tolkien - por elegir a un autor con ideas parecidas - pero mucho menos entretenida y evocadora: es aún menos creíble esa Georgia, la finca-latifundio Tara y las Southern Belles y sus beaus que la Comarca, Hobbiton y los hobbits (Mammy ocuparía el papel de Tom Bombadil, y Lincoln como que sería Saruman. Ya se me está yendo la olla. Pasemos a la peli).


50.000 dólares dio el genial y ambicioso David O. Selznick a Margaret Mitchell para llevar al cine ese éxito editorial como productor independiente. Se la jugó, y el resultado fue una de las pelis que ha definido el Hollywood clásico, con un reparto genial, una brillante adaptación del guion, una factura técnica impecable... Y ese puñetero racismo que, aunque suavizado, sigue presente en la peli.

No hubiera hecho esta crítica de no ser porque uno de los máximos fans de esta película es el no hace mucho fallecido crítico Roger Ebert. Ebert fue siempre un hombre de ideas progresistas, un firme defensor de los derechos civiles y un fan de la cultura afroamericana. Su esposa era negra, y Ebert fue una pieza importante para encauzar la dura pero gloriosa carrera de su guapa novia en los 70, la periodista Oprah Winfrey. Si Ebert, que era un profesional y un progresista demostrado, no tenía ninguna vergüenza ni miedo en declararse fan de la peli, ¿para qué iba a negar yo que me ha gustado? Ya que así ha sido.

En la humilde opinión de este frikazo, la película Lo que el viento se llevó es un puto espectáculo que se come con guarnición la para nada mala pero muy criticable novela original. Dirección, interpretaciones, fotografía, FX (sí, FX), música... Es una glorificación del Séptimo Arte en si era más glamourosa... Aunque no exenta de algún defecto.

 Vivian Leigh está simplemente genial, es la clave para entender el éxito la película y logró un Oscar muy merecido. Su Scarlett transmite a la perfección la lenta evolución de ese personaje de eterna adolescente caprichosa y casi sociópata del libro a base de un impresionante catálogo de expresiones faciales y gestuales e inflexiones de voz, quizá demasiado teatrales para el espectador actual, pero siempre en su sitio. Por su cara se adivina que en ese alterado cerebro pasan muchas cosas. Logra con un solo gesto lo que el libro tarda párrafos en expresar. Leemos a través de ella. Y además es bella y elegantísima Una actuación maravillosa por parte de la actriz británica, con muchos paralelos a la que le reportaría su segunda estatuilla: la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo (desgraciadamente, el perfil psicológico de estos personajes pasaría a ser el suyo propio en la vida real). Soberbia.

Tras meses de negarse, Clark Gable se vio casi obligado a hecer el papel de Rhett Butler tras un constante acoso por parte de Selznick y la necesidad de divorciarse. Igual que Leigh, Gable evoluciona de alegre rufián respondón y cínico a marido histérico, maltratador y casi psicótico debido a la influencia que Scarlett ejerce (sin quererlo, esta vez). Igual que Leigh, sabe estar siempre en su sitio. En la segunda parte de la peli, el gran galán hollywoodiense asusta de verdad. Aunque siempre odió este papel, está brillante.

Olivia de Havilland merecía haber competido con Leigh en el Oscar como actriz principal. Es uno de los papeles de su vida: la sensible y valiente Melanie tiene unos valores tan retrógrados como el resto de los personajes, pero es uno de los pocos que parece incluso buena persona. Pero - para alegría de De Havilland, que consideró que bien valía perder el Oscar por joder a Selznick - la palma en el reparto secundario femenino se la lleva Hattie McDaniel en el papel de Mammy: antes se la consideraba entrañable. Ahora resulta un poco incómodo verla así, pero, en el papel que le asignan, funciona a la perfección, dando empaque a un personaje que en el libro es muy plano. En la segunda parte de la peli tiene un diálogo impresionante con De Havilland donde expresa una pena y una desesperación tremendas al ver que lo que considera "su mundo" (ay, Señora Mitchell, qué daño hizo Vd.). Dejo a la opinión de cada uno si el hecho de que McDaniel ganara el Oscar por este tipo de papel fue realmente un revulsivo y un paso adelente para los intérpretes negros, pero si nos ceñimos al papel que le tocó hacer en ese contexto, lo mereció. Como lo pudo haber merecido Samuel L. Jackson con su excelsa parodia de ese tipo de personajes en Django desencadenado, pero no obtuvo recompensa, pues se lo comió la insuperable actuación de Christoph Waltz en la misma peli (Jackson se llevó igualmente un buen puñado de premios).

Leslie Howard me ha parecido un tanto decepcionante: siempre le forzaban a hacer el mismo tipo de papel (de hecho no quería hacer la película y creo que no quedó satisfecho con su actuación. Dijo que parecía "un portero de hotel de cuento de hadas"). Finalmente, destaca la presencia del excelente Thomas Mitchell, - que ganó el Oscar al mejor secundario el mismo año en que lo hizo esta peli, pero por su papel en "La Diligencia" de John Ford - como patriarca de los O'Hara.

En el aspecto técnico, cada uno de los varios directores que tuvo la peli aportó su estilo (Cukor, la dirección de intérpretes; Fleming la épica y así) y una sobresaliente edición lo cohesionó todo. El guion de Sidney Howard, re-adaptado en solo 5 días por Ben Hecht, comprime toda la novela en 4 horas sin omisiones excesivamente importantes. Eso sí, aunque suavizados, el racismo y la idealización de la sociedad esclavista siguen allí. La banda sonora de Max Steiner se considera como la segunda mejor de la Historia del Cine. Para qué decir más. La fotografía a cargo de Ernest Haller - y Lee Garmes, que no se olvide - hace un uso magistral del Technicolor de tres colores. Otra clave para entender el éxito la peli son los FX y los diseños: las más de 100 pinturas matte de Jack Cosgrove y su equipo dan una opulencia a la peli y a base de planos trucados crean un mundo ilusorio mucho antes de la época digital. Con los años y viendo la peli en HD, se ve el gran resultado. El diseñador y director William Cameron Menzies - que llegó a dirigir alguna que otra escena, entre ellas el mítico incendio de Atlanta - aporta un suntuoso diseño de producción. Está bien claro que Selznick buscó conscientemente y en todo momento una idealización 100 % mitológica. Todo aquello, como he sñalado sobre la novela, solo que el productor era consciente de lo que hacía y Mitchell no, simplemente, no puede existir.

¿Defectos? A parte de que puede haber envejecido mal para muchos espectadores - el tema de la duración no es problema: esta peli se digiere con mucha facilidad - el gran defecto que le encuentro a esta peli es que según las ideas que tenga uno, es muy posible que logre el mismo efecto de la novela: que casi jaleemos las desgracias que le pasan a esos ricachones. Nunca he sido fan de Spike Lee, y es una persona que me cae fatal, pero logró hacerme llorar como una magdalena con el asesinato de Radio Raheem a manos de la policía en Haz lo que debas. Aquí no me pasa con la muerte de ciertos personajes. Solo el mentado monólogo de Hattie McDaniel logra ponerme algo tristón, pero es su interpretación y la de De Havilland que logran eso, no la pena por lo que le pase a la condená de la Scarlett esa y a su marido maltratador. No es culpa ni de Leigh ni de Gable, por supuesto: es de Margaret Mitchell. El problema que tengo con esta peli está en la fuente de la que bebe, pero sin embargo, y lo digo bien claro, sigue siendo una obra maestra del cine, un hito técnico y quizá la peli que define mejor el concepto "Hollywood clásico". Solo es que no es inmune a ser criticada. Ni esta ni ninguna otra peli.

 Ya que estamos, me apasiona el blaxplotation, y por ello anuncio que habrá una serie de 5 artículos dedicados a 5 pelis para iniciarse en el subgénero (y a sus estupendas bandas sonoras): Sweet Sweetback Badass Song, Superfly y la trilogía Shaft. Más una con libro: Cotton Comes To Harlem.

Y aquí os dejo con la mítica parodia de la peli que hizo el Carol Burnett Show en 1976:




7 comentarios:

  1. Buena reseña, aunque la obra en sí no me llama para nada.

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  2. Uf, apenas recuerdo la peli de haberla visto de pequeño.Puede que algún dia la revea pero me da pereza, pero tu crítica del libro me ha puesto de mala leche. No por ti eh, si no por lo que comentas del racismo y la apología del "buen negrito".
    Lo mejor en literatura sureña es ese subgenero que me fascina tambien en cine que es "gótico sureño" y si le dan unas pinceladas sobrenaturales enfermizas es que ya me pongo palíndromo

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    1. Eso del gótico sureño me lo voy a tener que mirar. Confieso que desconocía que había un subgénero de novela fantástica sureña

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  3. Pero tiene que entenderse la época en que está escrito.

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    1. Incluso en la época hubo mucha gente que reconoció que se le fue la olla a Mitchell. Era tremenda esa señora...

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  4. Yo he visto la película a cachos y menudo pestiño, por muy clásico que sea. Del libro pos oiga, pasando.

    Hostia, la asistenta negra ganó el Oscar? Yo pensaba que el primero en ganarlo fue Sidney Poitier.

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  5. Pues sí, pero ese mismo año hizo un pestiñazo con Bela Lugosi... ¿ Te suenan los términos "poverty row" y "Monogram Pictures". Pues eso.

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